La reciente revocación de una declaración sobre las vacunas y el autismo por parte de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) resalta la creciente influencia del escepticismo del Secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., hacia la vacunación. Este cambio de política plantea serias dudas sobre si se han respetado las garantías anteriores dadas a los senadores escépticos, en particular al senador Bill Cassidy.
El trato con Cassidy
El senador Cassidy, médico y presidente del Comité de Salud del Senado, inicialmente dudó antes de votar para confirmar a Kennedy Jr. Buscó compromisos concretos para impedir la implementación de políticas antivacunas dentro de la agencia. En un discurso público en el Senado, Cassidy detalló concesiones específicas supuestamente obtenidas de Kennedy Jr., destinadas a limitar su capacidad para socavar iniciativas de salud pública.
Promesas incumplidas
Nueve meses después, varias de estas promesas clave parecen no haberse cumplido. La declaración revisada de los CDC sobre vacunas y autismo es un ejemplo directo. Si bien la agencia sostiene que las vacunas son seguras y efectivas, la retractación inicial de la afirmación de que las vacunas no causan autismo demuestra una voluntad de considerar afirmaciones desacreditadas durante mucho tiempo. Esto ha provocado críticas de expertos en salud pública que temen que las opiniones personales de Kennedy Jr. ahora dicten el mensaje científico.
Por qué esto es importante
La situación subraya la posibilidad de que las creencias personales anulen las decisiones políticas basadas en evidencia. El historial de RFK Jr. en la promoción de teorías antivacunas está bien documentado y su nombramiento ya ha causado preocupación entre los profesionales médicos y los defensores de la salud pública. La medida de los CDC, combinada con el aparente incumplimiento de los compromisos con los legisladores, plantea preguntas más amplias sobre la rendición de cuentas y si los compromisos políticos comprometerán la seguridad pública.
La situación actual demuestra que las garantías dadas durante las audiencias de confirmación pueden no traducirse en acciones concretas, y que creencias personales profundamente arraigadas pueden influir incluso en las políticas de salud pública más críticas.






































