Durante años, la ammolita, una piedra preciosa apreciada por su deslumbrante brillo de arcoíris, ha albergado un misterio geológico: ¿qué le da esta iridiscencia impresionante? A diferencia de otros fósiles o conchas marinas con capas similares de nácar (nácar), la ammolita brota en tonos vibrantes. Los científicos finalmente descifraron el código, revelando la disposición precisa de los cristales microscópicos responsables de este fenómeno único.
La ammolita se origina a partir de amonitas fosilizadas, antiguas criaturas parecidas a calamares que prosperaron hace millones de años. Estos fósiles no sólo son bonitos; están repletos de capas de plaquetas de cristal de aragonito, que forman el nácar. Pero, ¿qué diferencia a la ammolita? No era el mineral en sí, sino cómo estaban apilados y dispuestos esos cristales.
El secreto está en los huecos entre estas placas de aragonito. Investigadores de la Universidad de Keio en Japón examinaron meticulosamente especímenes de ammolita utilizando potentes microscopios electrónicos. Descubrieron que dentro de la ammolita, estos espacios tienen consistentemente solo cuatro nanómetros de ancho: ¡increíblemente pequeños! Por el contrario, estructuras de nácar similares en conchas de abulón tienen espacios de 11 nanómetros, y los fósiles de amonitas más apagados de Madagascar tenían placas colapsadas, sin dejar espacio alguno entre los cristales.
Estas minúsculas bolsas de aire desempeñan un papel crucial en la producción de color. Piense en ello como pequeños prismas dentro del fósil: las capas más delgadas de aragonito reflejan longitudes de onda de luz más cortas, creando ricos azules. Las capas más gruesas, por otro lado, rebotan en longitudes de onda más largas, lo que da como resultado rojos intensos. Cuando estos diferentes colores brillan juntos, producen el deslumbrante efecto de arco iris que hace que la ammolita sea tan cautivadora.
Este descubrimiento se confirmó aún más mediante simulaciones por computadora. Los investigadores descubrieron que los espacios de 4 nanómetros eran el ancho óptimo para crear colores distintos y vibrantes. Demasiado estrecho o demasiado ancho, la dispersión de la luz sería confusa, dando como resultado una apariencia más apagada. También notaron que el espesor uniforme en las capas dentro de una sola pieza de ammolita contribuía a su brillo.
El Dr. Hiroaki Imai, investigador principal del proyecto, cree que las especies específicas de amonita y las condiciones de fosilización podrían influir en el desarrollo del color vibrante. Su equipo ahora planea aplicar sus hallazgos a otro colorido fenómeno natural: los ópalos. Estas gemas de sílice también exhiben colores estructurales, y el equipo espera descubrir si principios similares gobiernan sus deslumbrantes exhibiciones.












































