Durante más de 4.000 años, las comunidades indígenas de lo que hoy es la región fronteriza entre Estados Unidos y México preservaron una visión del mundo notablemente estable a través del elaborado arte rupestre. Un estudio reciente publicado en Science Advances confirma que la tradición, conocida como estilo del río Pecos, floreció desde hace aproximadamente 6.000 años hasta hace aproximadamente 1.000-1.400 años. Esto significa que las prácticas artísticas y espirituales persistieron a lo largo de aproximadamente 175 generaciones, una duración casi sin precedentes en los registros arqueológicos.
La longevidad de una tradición visual
El arte en sí se encuentra principalmente en Lower Pecos Canyonlands, que abarca partes del suroeste de Texas y el norte de México. Lo que lo distingue no es sólo su edad, sino su consistencia. Durante milenios, las técnicas de imaginería y pintura siguieron patrones estrictos y discernibles. Los investigadores se sorprendieron al descubrir que estas reglas perduraron durante más de 4.000 años sin variaciones significativas.
Según Carolyn Boyd, antropóloga de la Universidad Estatal de Texas, las tierras del cañón funcionaban como una “biblioteca antigua”, y cada mural representaba un capítulo de una narrativa continua. Las pinturas, a menudo enormes y de hasta 30 metros de largo, representan escenas complejas de animales, humanos y motivos simbólicos. Estas imágenes no eran mera decoración; transmitían mitos, rituales y una comprensión profundamente arraigada del universo.
Decodificando la Cosmovisión
Los creadores de estos murales fueron cazadores-recolectores nómadas cuya identidad precisa sigue siendo desconocida. Sin embargo, su trabajo sugiere una cosmología altamente sofisticada: una visión del mundo completa que abarca historias de la creación, tiempo cíclico y sistemas calendáricos avanzados. Boyd los describe como “solucionadores de problemas altamente capacitados” con un sólido sistema iconográfico para comunicar estas creencias.
La persistencia de esta cosmovisión es especialmente sorprendente dados los cambios tecnológicos que se produjeron durante el mismo período. Si bien las herramientas de piedra y la artesanía en fibra evolucionaron, las convenciones artísticas fundamentales permanecieron intactas. Esto sugiere que la visión del mundo subyacente era excepcionalmente importante para las personas que crearon los murales.
Conexiones con Mesoamérica y las culturas indígenas modernas
Sorprendentemente, los elementos de este antiguo sistema de creencias resuenan en civilizaciones mesoamericanas posteriores, como los aztecas, y continúan reflejándose en comunidades indígenas modernas como los huicholes de México. El estudio sugiere que estas pinturas rupestres pueden ser el registro visual más antiguo que se conserva de una cosmología que influiría profundamente en culturas posteriores.
Hoy en día, las comunidades indígenas ven los murales no como reliquias, sino como deidades ancestrales vivas involucradas activamente en la creación y el mantenimiento cósmico. Esta reverencia duradera subraya el poder de las imágenes (y la visión del mundo que representan) para trascender el tiempo.
El descubrimiento resalta la profundidad de los sistemas de conocimiento indígena y la notable continuidad de las creencias culturales a lo largo de milenios. Las pinturas sirven como un poderoso recordatorio de que las historias y cosmologías de los pueblos antiguos continúan dando forma al mundo actual.










































